sábado, 17 de septiembre de 2011

Yo era feliz.

Nunca tuvimos que fingir ni una sola sonrisa en ninguna de las fotos. Porque estar contigo era mi felicidad. Porque era mirarte y verme a mi en ti. Porque yo fui tú, y tú eras yo. Y ahora tú has dejado de ser yo, pero yo sigo siendo tú. Yo, haciendome deño para variar, pienso en si alguna vez piensas en esto, en si ves las fotos. En si de verdad piensas que todo fue una mentira. Porque no lo fue. No entiendo. Un error que me ha salido muy caro, demasiado caro. Y ahora nada parece la mitad de bueno como cuando estabas tú. No río. No como contigo. Contigo como con nadie. No, no crecimos juntas, pero yo habría jurado que teníamos la misma sangre. Tanta coincidencia no podía ser posible, eras mi otra mitad. Los mismos ojos, la misma sonrisa y la misma mentalidad. Dijimos siempre, para variar otro de esos siempres que se pierden en el aire y en el tiempo. Y para variar, el tiempo fue relativo. Nuestro futuro era brillante, parecía que siempre estaríamos juntas, sobrepasando barreras una y otra vez. Pero también para variar, las apariencias engañan. Como si hubiera despertado de un gran sueño. Añorar no es bueno y he aquí las pruebas. No va nada bien. No sin ti.

Rompimos un cristal en la pelea, y la única forma de acercarnos es
pisando los trocitos en el suelo, y estamos descalzos.

Eres la metralla que me mata por dentro.

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